Un, dos, tres…cama para todos

Un, dos, tres…cama para todos

Viernes por la noche, qué hace uno un viernes por la noche. Pues muchas cosas, ese viernes yo me fui a la roda de capoeira. “Olha valha-me Deus senhor São Bento, senhor São Bento, senhor São Bento”, caminaba yo cantando volviendo para casa cuando me encuentro en mi misma acera pero en sentido contrario a Uno de los Dos con unos amigos, entre ellos El otro de los Dos. “Hola, y entonces volviendo para casa tan temprano…”, “Sí, estoy cansada”, “Vamos a tomarnos una cerveza aquí cerca”, “No sé”, “No se haga la rogada, vamos”, “Ok, vamos, solo una”. Debería estar prohibida esa frase, cómo que sólo una, nunca es solo una, generalmente es una que otra.

El barcito tiene unas mesitas en la calle, la verdad es un pequeño puesto de revistas a la salida de la universidad que también vende cerveza. Nos sentamos, los chicos son muy divertidos. Desde que llegamos yo estaba ligando con Uno de los Dos, la verdad es que ya habían pasado algunas cosas entre nosotros antes, pero nada importante. Después de unas cervezas veo que El otro de los Dos comienza a ligar conmigo, y yo, que aunque no lo parezca a veces me paso de inocente, lo juro, que pensé, pero qué le pasa a este, ligándome y viendo que yo estoy ligando a su amigo.

Eso pensé yo más o menos en la segunda cerveza. Tercera, cuarta, quinta, sonrisas entre los tres, una mano con Uno de los Dos y la otra con El otro de los dos. En medio de eso que se acerca una alumna mía y yo que ya estaba más que alegre. Ella me ofrece un aventón para volver a casa y como Ellos también vivían al lado pues nos fuimos juntos los cuatro. Cuando llegamos cerca Uno de los Dos sugiere que por qué no íbamos a mi casa a escuchar música, El otro de los Dos secunda la moción. Segunda mentira que debería de ser prohibida: “Pero si sólo vamos a oír música”. Juro de nuevo que aunque sé que va a ser difícil que me crean, que yo no estaba pensando en nada más que escuchar música.

Entramos a mi casa, a mi cuarto, enciendo la computadora para poner música, abro la ventana y ay Dios mío, un hombre atrás de mí abrazándome y besándome el cuello. Pero cuál era…me vuelvo un poco y veo que es El otro de los Dos, un poco desconcertada miro a Uno de los Dos y veo que se me acerca también, no sin antes haber cerrado la puerta del cuarto. Yo en medio, uno me besaba la boca, el otro el cuello. Dos hombres muy diferentes, uno un hombre de más de treinta, el otro un chico de no más de veinte. Uno a punto de graduarse, el otro recién entrando a la universidad.

El resto, pues no vale mucho la pena contarlo, y no lo digo por pudor, si no porque de verdad que no valió la pena. Me sentí como aquellas maquinitas a las que se les pone monedas, y un chico quiere apresar al otro porque también quiere jugar, pero no saben compartir la máquina, entonces se turnan y la máquina, la verdad, bastante indiferente a lo que hagan o no los chicos mientras juegan. Pues fue así, como una maquinita. Lástima que no me pusieron ni monedas, tal vez así habría ganado más, rsrsrs.

Cuando se le acabaron las monedas a los chicos, El otro de los Dos, que era el más joven también, decidió irse lo más rápido posible. Uno de los Dos se acostó a mi lado y le dije “Hubiera preferido que sólo hubiésemos estado nosotros dos” y él respondió “Yo también”.

Silencio. ..

Pero qué estábamos esperando, ahora sólo estábamos nosotros dos…mmmm sólo nosotros dos…