Las mujeres de mi familia: Mi bisabuela y mi tía abuela

Mami y por qué usted se vino a vivir aquí…Mami y por qué mi Tía Abuela también se vino a vivir aquí…Mami y por qué nunca conocimos al papá de mis primos…Mami y por qué mi abuela estuvo en la cárcel…Mami y por qué mi tía nunca ha dejado a su marido…Mami y por qué yo lloro tanto…
Lo único que hizo falta fueron unas preguntas para que mi mamá comenzara a contar, comenzó y parecía que no podía parar, yo en medio de todo me fui al baño a orinar y ella muy sigilosamente me abrió la puerta para terminar una de las historias. Y así comienza la historia de las mujeres de mi familia que no las dejaron, no pudieron o no se dejaron llorar.
Mi bisabuela era de provincia, donde vivía había vacas, gallinas, árboles y muchos niños. A mi bisabuela siempre le gustó hacer pan y siempre lo hacía en horno de barro. Tuvo muchos hijos y sobre todo hijas, todas se fueron casando, entre ellas mi abuela, la única que quedó fue mi tía abuela. Cuando sólo quedaban ellas dos en la casa un día llegó su marido «Mire, agarre su ropa y sálgase de la casa, que vendí la finca», «Pero dame tiempo de sacar las cosas», «No puede sacar nada, sólo su ropa porque la vendí con todo y casa y con todo lo que hay adentro». Tuvieron que irse y ni las dejaron llorar.
Resignadas, mi bisabuela y mi tía abuela pusieron su ropa, que no era mucha, en una sábana, le hicieron un nudo y comenzaron a alejarse de la finca. Aquella finca donde estaban sus gallinas, sus perros, sus frutas, la historia de la crianza de los hijos…su vida. Con tan sólo una trocha al hombro se fueron mi bisabuela y mi tía abuela. Esa noche durmieron casi a la intemperie en una troja que era del esposo de una de sus hijas. La verdad no durmieron, querían llorar, pero no podían, no se dejaban y así amanecieron en vela.
A los días consiguieron donde vivir en un pueblito cercano. Lo primero que mi bisabuela hizo fue construir en el fondo de la casa un horno de barro y comenzó a hacer pan, para para vender y con eso comenzó a sobrevivir y no lloró, porque no quiso, y cuando de vez en cuando una lágrima se quería asomar, ella decía que estaba henchilada por el humo que salía del horno o que una ceniza se la había metido al ojo.
Cuando juntaron una suma suficiente de dinero, mi bisabuela y mi tía abuela decidieron irse para la capital. De nuevo estiraron su sábana y colocaron su ropa y se marcharon, dejando atrás aquel horno de barro que les había dado de comer. Pero esta vez nadie las echó, ellas se fueron y por eso no necesitaron llorar.
Una parte en lancha, otra en carreta y otra caminando llegaron a la capital. No sé cómo hicieron pero alquilaron una casita.
Mi tía, que era joven y fuerte comenzó a buscar trabajo como empleada doméstica y mi bisabuela volvió a hacer pan.
Mi tía trabajó en muchas casas hasta que llegó a la casa de Los Ricos. Y con ellos trabajó hasta su muerte a los ochenta y tantos, nunca dejó de servirles. Frente a la casa de los ricos vivía un hombre, que dicen que es el padre de sus dos hijos, pero nunca nadie supo a ciencia cierta si era él el padre de mis primos. Lo que sí se supo fue que a ella nunca se le vio llorar. Con sus dos hijos continuó trabajando donde Los Ricos y cuenta mi mamá que cuando llegaba Navidad el dueño de la casa, que también tenía hijos, agarraba todos los juguetes viejos, los enterraba en el patio y les pegaba fuego y mi bisabuela con las lágrimas amargas atravesadas en la garganta porque no quería que nadie la viera llorar, se las tragaba al saber que sus hijos esa navidad no iban a tener nada de regalo. Aún así ella continuó sirviéndoles.
Con el tiempo los hijos de Los Ricos crecieron y los viejos ricos murieron, los hijos tuvieron sus hijos y recuerdo cuando mi tía abuela llegaba a mi casa con su rostro iluminado, silenciosa como siempre fue, cargando unas bolsas de basura enormes llenas de…y esa era mi sorpresa, nunca sabíamos qué cosas nuevas y maravillosas nos iba a llevar y de repente abría la bolsa y aparecía una Barbie rubia y una negra, pero sin ropa (pero eso no era problema porque mi mamá les hacía unos vestiditos más bonitos que si fueran los originales). O aparecía ropa de marca, la cual nunca podríamos comprar, o aparecía un vestido de novia o un traje de gala o ropa interior de encaje, o un carro a control remoto pero sin el control, o….lo que fuera pero ese momento siempre era mágico, porque resulta que los nuevos hijos de Los Ricos tenían casi la edad de mis hermanos y yo y no siguiendo la tradición, ellos sí le regalaban a mi tía abuela lo que no querían, no servía o no les gustaba más, y nos hacían a nosotros, a mis hermanos y a mí los niños más felices del mundo con ropa casi nueva y juguetes casi buenos.
También recuerdo que mi tía abuela todas las navidades llegaba a casa con un enorme queque y una olla de arroz con leche, cada año desde que recuerdo, la víspera de navidad la esperábamos y sabíamos que nos iba a endulzar el día.
El año pasado, en el 2009, mi tía abuela murió, a sus ochenta y tantos, yo la había visto un año antes y me parecía la misma señora de siempre, callada, buena, dulce y siempre llena de regalos de la casa de Los Ricos. Nunca le vi una lágrima o nunca nos permitió que se las viéramos.
No sé si ella supo lo que era el amor, que le dieran amor, nunca se supo si salió con algún otro hombre en su vida pero lo que si es verdad es que ella sí supo dar amor, amor con felicidad, con dulzura. Hace unos días pasé por su casa y no siento que haya muerto, veo la puerta de su casa cerrada y siento que tal vez si toco bien fuerte ella va a abrirme e invitarme a pasar y ofrecerme un aguadulce y que la próxima Navidad llegará con su queque, aunque todos sepamos que no tiene mucho dinero y con su bolsa llena de ropa linda, aunque todos sepamos que ella nunca tuvo nada lindo y con un montón de juguetes, aunque todos sepamos que sus hijos nunca los tuvieron y llena de amor, aunque ninguno sepa si fue amada.
Y ahora estoy llorando, creo que estas son las lágrimas que le tocaban a ella pero que nunca pudo llorar, así que Tía Abuela, aquí estoy llorando, porque todos sabemos que es mi deber y esta vez lo hago con placer.