La … es la vencida

Ya lo dice el viejo y conocido refrán, la quinta es la vencida. Pero en este caso no recuerdo si fue la quinta o cuál número, lo que sí sé fue que fueron varios intentos, hasta que finalmente lo consiguió. Sí, es a eso a lo que me refiero, él lo consiguió, conseguimos tener sexo. Y no lo habíamos tenido por varias razones.

El primer intento había sido en un contexto que podría decirse «pecaminoso», yo tenía novio, pero El X me gustaba (lo llamaré El X, porque sé cuán sensibles son los hombres sobre este asunto de su virilidad y no quisiera que nadie sospechara de quién estoy hablando). El X y yo nos veíamos constantemente a escondidas, pero sólo para darnos uns besillos. Un día El X le estaba cuidando la casa a un amigo y me llamó para que fuera, yo por supuesto, fui. El problema era que más tarde mi novio iba a volver de la playa y habíamos quedado de vernos por la noche, así que no podía tardar mucho con El X.

El X y yo estábamos en la cama besándonos, yo estaba encima de él, pero los dos estábamos vestidos, me pareció algo extraño que a pesar de que nuestros besos fueran muy apasionados yo no sintiera ninguna protuberancia por encima de su pantalón, después de todo lo único que nos faltaba era quitarnos la ropa, pero nos tocábamos, nos besábamos, nos decíamos cosas. Cuando ya iba yo a confirmar mis sospechas, suena el teléfono, era mi novio diciéndome que ya había vuelto y que pasaba por mí. Toda descarada le dije que estaba en la casa de un amigo, y él me vino a buscar a la casa que cuidaba El X.

Los años pasaron, terminé con mi novio, El X se fue a vivir a otro país y cuando regresó me lo encontré un día por casualidad en la acera. La verdad lo vi de lejos, él se hizo como que no me vio pero yo, lo llamé, ni sabía que había vuelto. Sólo sabía que se había ido a otro país atrás de una chica, que después, y lo supe por él mismo, le pateó el trasero, pero aun así él decidió quedarse un año más y aventurarse a ser ilegal.

Hablamos, hablamos. Yo acababa de cambiarme de casa, vivía con una amiga, así que le dije que cuando quisiera me podía visitar, él me dijo «puede ser ahora si quiere», pero yo había quedado de encontrarme con un chico con el que estaba saliendo. Sin embargo, era El X, tenía que decirle que sí. Así que hice lo que pude para cancelar mi cita y me fui con el X a mi nuevo apartamento, que la verdad era bastante viejo, jjjj.

Una vez que llegamos no hablamos mucho, creo que sentíamos la necesidad de continuar el capítulo que había quedado incompleto la última vez unos 3 o 4 años atrás. Estábamos sentados sobre cojines en el piso de la sala y de nuevo, besos, caricias, respiraciones…comenzamos a quitarnos la ropa cuando de repente se escucha alguien abriendo la puerta. Salimos corriendo al cuarto, no nos dio ni tiempo de recoger la ropa. Era el novio de mi amiga, a quien ella le había dado la llave para que le recogiera alguna cosa. Creo que él se dio cuenta de lo que pasaba y se fue rápido.

Una vez que se fue pudimos volver a retomar. Bueno, ya casi no llevábamos ropa, entonces ya había un trabajo adelantado. Bueno, más o menos adelantado, porque todo parecía ir muy bien, pero su sexo no se despertaba, parecía haber entrado en un sueño profundo donde no había caricia, beso, o nada que lo despertara. Yo me dije, «paciencia, eso pasa a menudo cuando el hombre está muy ansioso». Y con paciencia continué, como él nada de nada, pues comenzó a besarme, en medio de todo eso, no sé cómo se le atravesó un pelo en la gargante y se comenzó a ahogar, el pobre tosía como un perro, salió corriendo a la cocina a tomar agua, no paraba de toser. Ya la situación era difícil y el pelo no ayudó mucho. Así que dejamos ese capítulo, así, como estaba, incompleto y con un pelo de por medio.

Pasaron los días, él ni se aparecía, yo en ese tiempo no tenía teléfono, así que tampoco podría reclamar mucho, porque ninguno de los dos teníamos como comunicarnos y la verdad, después del capítulo del pelo, creo que los dos estábamos un poco avergonzados. Un día iba yo en el bus cuando lo veo por la ventana, para esa época yo ya tenía teléfono, escribo mi teléfono en una hoja en blanco, bien grande y se lo muestro por la ventana, él lo a apunta. Yo regresé a casa esperando su llamada y nada. Unos dos días después él se decidió y llamó, esta vez nos pusimos de acuerdo de que yo fuera a su casa.

Así que me puse mi mejor ropa interior y salí dispuesta a que estaba vez no habría nada que lo impidiera, ni mi novio, porque yo ya no tenía, ni el novio de mi amiga, ni un pelo. Solos él y yo. Y solos él y yo lo intentamos nuevamente y nada, juro que usé mis mejores estrategias, cuál hombre nos e doblega o más bien, lo contrario, ante el sexo oral. Pero él, nada. Y yo, que tengo instinto suicida y cuando quiero paciencia de tortuga, decidí que eso no se iba a quedar así, exactamente, «eso» no se iba a quedar así.

Tras varios días de paciencia, de calma y hasta llegar a hablarlo francamente, él lo logró. Me sentí como si hubiera ganado las olimpiadas, cuando comencé a sentir en mi boca cómo lentamente su sangre comenzaba a venir, su sexo a enrigidecerse y yo a ser feliz. Creo que no ha habido erección más feliz que esa, fue una paz para los dos. Y qué les diré, después de ese día no había quién pudiera parar a ese hombre, o más bien, lo contrario, jjj.

Tiempo después yo saqué el tema a colación, sólo por curiosidad, porque nunca había entendido por qué él no podía y ahora siempre podía. Él me contó que una vez casualmente le pasó y que su novia le comenzó a gritar un montón de cosas, que era un pendejo, que no servía para nada, etc. Y que a partir de ahí tenía tanto miedo de que pasara, que su profesía se le cumplía, dicho y hecho, cada vez que intentaba estar con una mujer, nada, de nada.

Esta no es la primera vez que me pasa de que la primera vez con un hombre él se inhiba y no pueda. Creo que muchas veces hay mucha presión alrededor del «performance» que deben desempeñar, que acaban no pudiendo ni salir a escena. Así que chicos, calma, entre más calmados y menos espectativas mejor, chicas, seamos comprensivas, en todo caso no vuelvan a salir con él, pero no lo traten mal cuando pase.

Así que cierro este capítulo diciendo, que aunque no me guste la guerra, en algunas batallas prefiro arriba las armas.

Ah, sobre ese chico les puedo decir que tuvimos una larga historia que acabó medio mal, pero creo que ahora anda bien armado.

Pequeños placeres

Alguna vez se han sentado a pensar cuáles son sus pequeños placeres, esas cosas que por sencillas nadie les presta atención, pero que para uno son un gran placer. Hoy me puse a pensar en eso porque fui a una panadería y en lo que ya casi estaba pagando, salió pan caliente, pan blanco normal, pero calentico, recién salido del horno. La chica de la panadería vio la cara de boba que puse y me preguntó «No va a llevar algunos, están calenticos», así que ni lo pensé dos veces y lo compré.

Salí de la panadería sintiendo el calor del pan a través de la bolsa de papel, quería comerme un pedazo, y no pude esperar, así que mientras el semáforo para cruzar la calle permanecía en rojo, fui robándole pequeños pedazos al pan, mmmmm, qué rico, arrancar un pedacito con los dedos, masticarlo, sentirlo y tragarlo. Atravesar la calle y comer un poco más, así, pan solo, sin nada, sólo pan caliente.

Ese es uno de mis pequeños placeres. Lo más loco es que no agarro todo el pedazo de pan y lo muerdo, no, tengo que comérmelo a pedacitos, como si me hubiesen prohibido comérmelo antes de llegar a la casa. Como a escondidas, viendo si el mundo se está enterando de que lo estoy disfrutando, viendo si se dan cuenta de mi placer. Ay algo de erótico en esto, en este robar pedacitos de pan caliente, en este sentimiento de estar haciendo algo malo…

Adoro los pequeños placeres y el pan caliente.

Y ustedes, tienen pequeños placeres, me encantaría que me contaran.

El Virgen. Fuera del paraíso

No recuerdo muy bien dónde nos conocimos, lo que recuerdo es que su hermano era novio de una amiga mía y que a él le gustaba mucho el fútbol, no sólo lo veia, como lo jugaba, o sea, que tenía unas piernas de dar envidia.

En esos días «casualmente» comencé a ir a ver partidos de fútbol, los de mi facultad no me los perdía, pero por qué iba yo a ver los de ingeniería, pues bueno, porque El Virgen jugaba ahí. Mis amigas no entendían nada. Hasta que les conté sobre El Virgen.

Él tenía el pelo largo y lo más importante, una piernas que daban ganar de morderlas y no sólo las piernas, un trasero impresionante. Así que un día me decidí y después del juego le invité a un fresco, claro, el pobre iba a estar medio deshidratado y era un buen momento para ofrecerle lo que él necesitaba, líquido.

Nos fuimos a la sodita de las instalaciones deportivas y conversamos un buen rato. A partir de ese día comenzamos a vernos más seguido, nos encontrábamos en el recesos de las clases o a la salida. Nos escribíamos cosas, un día estaba yo en clase y él afuera en una banca esperándome, juro que todo lo que hice en la clase fue verlo y escribirle poemas. Además porque estaba en bermuda y como ya lo dije el Virgen tenía unas piernas maravillosas.

Los días fueron pasando entre un beso, un poema, um abrazo…ir a misa!, qué…sí, ir a misa, porque a él le gustaba ir a misa, así que acabé yendo a la iglesia los domingos, pero es que aquel trasero y piernas lo merecían, eran una bendición de Dios.

Y más tiempo pasó, hasta que un día las clases terminaron tarde, nos fuimos a la sodita de la facultad pero ya estaba cerrada, habían unos banquitos altos afuera, él se sentó y yo me puse en frente, entre sus piernas. Nos abrazamos, nos besamos, no había nadie, estaba oscuro y finalmente encontré la oportunidad que tanto había estado esperando, comencé por sus rodillas, sus muslos, eran muy fuertes, después él se puso en pie y pude sentir su trasero que era muy rico, yo estaba tan loca a esas alturas del partido, que ni me había dado cuenta de que el pobre de El Virgen casi ni se movía, y no era por su exitación y sí por su sorpresa, cuando decidí cambiar mi mano y no dejarla atrás y pasarla para el frente, él me la tomó y me la apartó…yo, pensando que era un juego, le insisto, él me aparta de nuevo y entro en envestida nuevamente y nuevamente me separa, pero esta vez más vehementemente. Ahí entendí, no era un juego.

El Virgen confesó no ser vírgen, confesó haber tenido sexo con su novia anterior y que se había sentido tan mal que decidió no hacerlo más hasta casarse, y ese no hacerlo más incluía esas caricias que yo locamente le estaba proporcionando. Así que entre avergonzada y decepcionada, volví a casa.

Unos días después terminé la relación, no podía estar con El Virgen, me iba a morir viendo esas piernas y ese trasero sin poder ni tocarlos, si así eran las provincias, no quería ni imaginarme cómo era la capital.
Mucha tentación para tan poca fuerza de voluntad, y así acabaron mis sábados de fútbol y domingos de misa, porque fui expulsada del paraíso, no quería vivir ahí si no podía ni siquiera palpar la manzana.

Pequeno conto dum corpo incompleto. Versão Português

Contam que quando abriram seu corpo o coração estava cheio de buracos, os médicos que não sabiam dar uma explicação para isto, simplesmente decidiram escrever no registro: “Desprendimento de partes do corpo a causa da colisão”. Mas ninguém sabia o que tinha acontecido, porque os buracos já tinham cicatrizado fazia tempo, não eram recentes, não eram a causa do “acidente”. Ninguém sabia como é que aquela mulher tinha vivido daquele jeito, com o coração furado.

Depois de muito tempo, quando ninguém lembrava já daquela morte, porque não queriam lembrar, porque esquecer é mais efetivo que matar. Alguém, sem querer, por acaso, encontrou aquele registro, olhou com curiosidade as fotos da morta, do coração da morta, dos buracos no coração da morta e o texto dos médicos “Desprendimento de partes do corpo a causa da colisão”. Aquela pessoa, querendo confirmar que seu coração estava completo, abriu seu peito com um bisturi, olhou para dentro e viu que o seu também tinha buracos.

Ela leu o nome da mulher morta no expediente, era seu próprio nome, olhou mais detalhadamente as fotos do rosto da morta, era ela, ela mesma. E foi ali que entendeu a lenda dos doutores “Desprendimento de partes do corpo a causa da colisão”. Claro, seu coração tinha batido tantas vezes com outros, que chegou um dia em que não teve mais concerto, e esse dia, ela mesma tinha decidido bater seu coração do jeito mais forte que podia, bater seu coração desde um oitavo andar, contra o chão.

Uno da la mano y le agarran el novio

Muy bien, acepto que ya lo he confesado, no suelo ser fiel en las relaciones, pero también he dicho que soy muy leal, y cuando lealtad y fidelidad se combinan para mí no hay más discusión.
Corría el mes de marzo, o al menos eso me parece, recibí el correo de una amiga de otro país diciéndome que quería salir de su país, que no aguantaba más, que si yo la podía ayudar y la verdad, sé lo que es querer irse, entonces le dije «Venite, podés quedarte en mi casa hasta que te instalés mejor».
La Desleal llegó a mi casa, una casa muy chica pero acogedora, comenzamos a compartir un cuarto diminuto, pero el hecho de ayudar a una amiga hace valer la pena las incomodidades. Y fueron pasando los días, «Ay pero ustedes no tienen frutas para el desayuno, podrían comprar», «Pero ustedes sólo comen eso», «Es que cuando usted se levanta temprano me despierta»…Bueno, todos tenemos nuestras manías, así que a pesar de que me enojaba un poco su actitud, lo fui pasando por alto.
Llegó la semana santa, era una época donde tenía muy poco dinero, así que iba a ser una semana santa libre pero sin dinero para pasear, en casa, tranquila, pensaba en eso cuando Eureka «A mis papás les sobre un campo en la cabina de la playa, porque mi hermana no puede ir, y dicen que si querés venir ya está todo pagado», y a mí que la playa me vuelve loca, la oferta me sonó de perlas. Dejé a mi amiga en casa, le expliqué que yo iría a viajar y que la otra amiga con la que yo compartía casa también viajaría, entonces que iba a tener la casa para ella sola. Y me fui a la playa.
Cabe resaltar, que en esa época vivía yo pared con pared con mi novio, un apartamento al lado del otro. Así que le dije a ella que si por casualidad necesitaba ayuda con algo en la casa se lo dijera a él, él concordó.
Me pasé una semana maravillosa, sol, arena, buena compañía, mi mejor amiga y sus papás siempre me cayeron muy bien.
Abro la puerta de la casa, algo pasa, no sé, pero algo pasa. La Desleal estaba allí, me saludó, pero estaba rara. Por la noche lo ví a él, a mi novio y después de un rato de unos silencios incómodos lo confesó. «Ella dijo que tenía miedo de quedarse sola en la casa, que por qué no dormía con ella, sólo para acompañarla», sí claro, sólo para acompañarla y yo soy la bella durmiente, porque sólo así no me daría cuenta. Resulta que sí, que una soledad lleva a una compañía y una compañía lleva a tener menos frío y la Desleal, tal como se lo dije, necesitó un favor y se lo pidió a mi novio y él se lo concedió.
A partir de eso, nada más que hablar. «Recoge sus cositas y se va de mi casa mañana mismo». Sobre el otro, no quiero ni decir nada.
Un día de estos viajé y en mi casa se quedaron mi novio y una amiga, a la vuelta del viaje me acordé de esta historia y cuando llegué a casa estaba tan brava, porque tuve miedo de que hubiese pasado lo mismo. Pero como ya lo dijo El Libre, «No soy de esa personas, usted cree que yo sería capaz de hacer eso». Yo sólo dije, «Yo tampoco creía que ellos lo harían».
Sin embargo, y como siempre lo digo, los años me están enseñando a tener más calma y a pesar de todo lo pasado en mi vida, no perder la esperanza, pero con inteligencia.
Espero que nunca más me pase esto de dar la mano y que me agarren el novio.

Mi cintura de los 18 vs mi experiencia a los 33

Cuando finalmente conseguí encontrar los imanes para poner las fotos en la pizarra de metal que colgué en mi cuarto, llego yo toda orgullosa y le digo a El Libre, «Mire, estas son las fotos de la evolución de un ser humano». Sus ojos pasaron por las fotos y se detuvieron en una de cuando yo tenía 18 años. «Qué cinturita tenía usted, qué linda que era»…
Que los treinta y tantos me hayan dado más sabiduría y calma, no fue suficiente para no notar que los verbos utilizados estaban en pretério imperfecto. Claro, tenía que llamarse así ese pretérito, porque «tenía» y «era», no son exactamente la conjugación adecuada para colocarlos en el tipo de comentario que un hombre le hace a una chica de treinta y tantos.
Y ahí me puse a pensar, si perdí cintura, pues tengo que haber ganado alguna otra cosa, además de trasero y caderas. Y veo entonces la última foto de la evolución, estoy con una amiga, con el pelo corto, y sosteniendo una copa de vino, vaya cambio. En la foto de la cinturita estaba yo en el paseo de fin de año del colegio y en la última foto estoy yo celebrando el concierto que acababa de dar mi amiga, la cual también es mi alumna de expresión corporal. En las dos estoy sonriendo, pero creo que en la última con mayor naturalidad.
Qué he perdido hasta los treinta y tantos, pues creo que he perdido un poco de cabello, la cinturita de abispa, algunas personas y por dicha muchos prejuicios. Qué he ganado, algunos centímetros, algunas arrugas, historias para contar y la seguridad de saber quiénes son realmente mis amigos.
Que tener cintura de 60cm era lindo, sí, pero no sabía moverla como la muevo hoy. Así que me quedo con mis treinta y tantos y mi bailado, que para tener la música por dentro no tienen que ver los años y sí las ganas. Y ganas a mí me sobran.

Pequeno conto de um encontro inconcluso. Versão português

Você alguma vez se perguntou o que teria acontecido si tivesse pedido o telefone dele, o e-mail, ou o endereço, sei lá, alguma coisa que faça que esse encontro não tivesse esse gosto de coisa inconclusa. Eu sim, eu me pergunto hoje, o que teria sido se eu tivesse tido o valor de perguntar.
Vermelho, o sofá é vermelho, gostei muito dele desde o momento que entrei, um sofá branco no meio de dois vermelhos. Eu queria ter aquele sofá na minha casa.
Eu tinha entrado procurar meu ingresso, mas na porta tinha várias pessoas e um homem de camisa branca. Eu sentei no sofá vermelho na espera do chamado para entrar. Branco com branco, o homem da camisa branca sentou no sofá branco.
Sabe, quando você sente essa inútil atração por um desconhecido, e digo inútil, porque geralmente sua função é só a de fazer com que você sinta que está vivo, que tem carne, que tem desejo, que tem sonhos, mas é inútil porque mesmo assim, sem essa atração, você estaria vivo, teria carne, teria desejo e sonhos.
Bom, essa atração inútil começou surtir efeito comigo, esse ímã que faz com que você pense que qualquer movimento dele poderia ser um intento de atrair você. E o sofá vermelho que parecia tão cômodo deixa de ser cômodo e parece que sua bunda não tem cabida lá, não tem jeito, eu fiquei a desgosto, cruzava uma perna acima da outra, inúmeras vezes, penteava o cabelo, lia qualquer coisa na parede, “História do teatro da Aliança Francesa”.
Quando a falta de conforto chegou num ponto insuportável eu decidi perguntar: Você espera alguém? Não, eu vim sozinho. Ah, é que eu tenho mais um ingresso porem minha amiga não vem mais pensei que poderia dar meu ingresso para a pessoa que você esperava mas como você não espera ninguém eu também vim sozinha sabe eu conheço três dos atores por isso é que tenho ingresso de graça…Em fim, falei tanta besteira junta e tão rápido, que o homem da camisa branca acho que ficou azurumbado (quer dizer, como quem escutou abelhas três dias seguidos sem parar). Eu sempre faço isso quando estou nervosa, falo demais até ficar muito chata, então fico pior de chata quando vejo que estou azurumbando o outro e assim num ciclo que fica cada vez pior.
Às vezes posso controlar meu impulso de falar sem freio e outras como foi neste caso só freio um pouco mas não paro não, gente, ele era tão bonito, o sorriso dele, seus dentes, seu cabelo caindo na testa, sua camisa branca, sua calça jeans, seus tênis adidas, sua meias brancas, sua mãos de doutor. Porque ele é doutor, num dos poucos espaços que eu deixei para respirar ele conseguiu falar um pouco e me contar que é médico com especialização em virulogia, sei lá, trabalha com vírus.
Em outra tomada de fôlego ele conseguiu falar que gosta muito de teatro, de ler e de arte em geral. Dentro de todas as informações que eu dei no meu desbocar de falas, contei para ele que vou apresentar uma peça na universidade, mas não sei se ele compreendeu direito porque era difícil seguir minha linha de fala nervosa (isso, eu chamaria essa minha fala de fala nervosa, um debandar de sons e palavras azurumbadoras demais).
Sabe quando você se sente muito besta, e esse dia você faz as piores escolhas, deram o toque de entrada, ele na fila C eu na fila B, minha escolha foi totalmente errada, de ter ficado nessa poltrona teria saído com dor de pescoço, no terceiro sinal fui para trás, às vezes olhava para ele. Que perfil bonito que tinha.
Saída, momento desconfortável, ponto alto da comédia, porque o que eu estava vivendo era uma comédia, ou pelo menos eu me sentia como uma personagem daquelas que põem no drama para que não fique tão pesado.
Eu pela porta da esquerda, ele pela porta da direita, ligo de novo o telefone só para dar tempo e ver se ele volta falar comigo, sim, vem caminhando, está perto, vai me falar, meu Deus, fecha mi bocaça por favor, que eu deixe de falar besteira pelos próximos dois minutos, por favor.
Chegou: Gostou? Os dois perguntamos ao mesmo tempo e eu sorri como tonta, fazendo uma piada de que os dois tínhamos falado ao mesmo tempo, ups, ponto menos, piada sem graça no momento álgido da comédia, um diretor não perdoaria, nem eu perdôo.
Eu vou esperar os atores sair para cumprimentar eles. Bom, eu vou embora, prazer (Beijo). E eu deixei ele ir embora, deixei, gente, como a mais tonta do mundo, por que não pedi seu e-mail?, sei lá dizendo que era para lembrar ele da peça, qualquer coisa.
Ele vai saindo pela porta, uma amiga me pergunta quem é ele, eu respondo que o acabei de conhecer, e ela pergunta (como é obvio) que se tenho o telefone dele, eu digo que não, que não pedi nada, e vejo como ele se afasta, quase o chamo por seu nome, João, João, mas o grito ficou na minha garganta que já tinha falado demais.
A única esperança está agora num Jardim de Polvos, num exercício de teatro…

Papel higiénico, un río y una ma…

Me dije. Me voy a un lugar donde pueda tener paz y tranquilidad. Así que agarré mis cosas y me fui sola una semana a la montaña. Seis horas de viaje en bus, llegué a las 9 de la mañana, fui a buscar el circo, sí, porque en esa montaña aunque suene raro, hay un circo. Mal llegué cuando ya estaba entrenando acrobacia, muriéndome de hambre porque no había ni desayunado y ahí estaba yo, parándome de manos, dando piruetas.

Y así pasaron los días, durmiendo en el circo, entrenando y en paz. Pucha, se acabó el papel higiénico. Hora de almuerzo. Voy a matar dos pájaros de un sólo tiro, así que saí a comprar papel y a almorzar, vestidito y sandalias, nada más que eso.

Voy al supermercadito, compro el papel y me meto sola a una sodita a almorzar. Era uno de aquellos lugares que parecen una casa, una mesa grande con mantel floreado y muchas sillas. En una esquina, yo, en el resto de la mesa, nadie. Entra El Italiano. Miradas. Reconocimiento. «Hola, usted no es el que estaba entrenando capoeira…» Pues resulta que sí, habíamos entrenado juntos unos días atrás y ahora nos encontrábamos aquí, en la misma mesa floreada.

Después de comer y hablar bastante decidimos salir, yo con mi vestidito, sandalias y una bolsa con papel higiénico. «Bueno…», «Bueno…» y nada, ni uno se iba ni el otro tampoco. «Por aquí cerca hay unas cataratas, será que las buscamos…», pienso en mis sandalias, en mi bolsa de papel higiénico y la verdad me resbala, así que nos fuimos de aventura y a caminar, caminar, caminar…»Pero me habían dicho que estaba cerca», «Será que es por aquí…». Y así nos fuimos, medio perdidos, medio sabiendo. Y llegamos, era un lugar muy lindo, un río con una cascada maravillosa. Un lugar divino realmente. Así que sin pensarlo dos veces dejé el papel higiéncio al lado, me quité el vestido y al agua. El Italiano casi sin mirar también se quitó los pantalones, la camisa y al agua. Él me hablaba pero me miraba poco, yo la verdad lo miraba más. Estaba lindo el chico.

Después de un rato decidimos irnos, nos secamos un poco al sol, nos vestimos, vestidito y sandalias y claro, el papel higiénico.

En lo que volvíamos nos encontramos otras personas que estaban haciendo la caminata. Todos con sus zapatos y mochilas de aventureros y yo, lo más aventurero que llevaba era el papel higiénico, o más bien, lo más prevenido. Podía pasar hambre, pero tenía papel para ir al baño.

Llegamos al pueblito, ya era tarde, comenzaba a oscurecer, tomamos algo y cuando se hizo de noche decidimos volver. Yo al circo, él a la casa donde estaba hospedado. Los dos lugares quedaban en el mismo camino, un camino de tierra con poca luz. En la puerta del circo finalmente y para despedirnos, nos besamos. Y un besito, y un abrazo, y otro beso y más besos y muchos besos y unas manos, y otras manos y…pero estábamos en el portón del circo, ahí sí había luz. Pero 10 metros después no se veía nada.

Él me tomó del brazo y me llevó un poco más pra frente. Un perro llegó y se nos quedó viendo. Pero por qué ese perro no se va, pensé. Se quedó y nos veía, nos veía, hasta que finalmente el efecto de los besos y las caricias me hizo olvidar al perro por un momento y cuando vi, estaba en su sexo. Camino de tierra, oscuridad, un perro, un Italiano y yo, ah y un papel higiénico. El resto mejor imaginarlo.

«Buenas noches», «Buenas noches». Y eso fue todo. Así, simplemente. Mañana será otro día y mañana me fui de allá.

Por la mañana fui al baño con el papel higiénico que me había acompañado en toda mi aventura y…pero qué es eso, me equivoqué, no compré papel higiénico, compré servilletas de cocina, jjjjjjj.

Al final, qué importa, sirvieron.

Montaña en la que estaba

Impresiones desde mi cuarto

Desde el cuarto
Vista desde la Ventana

Hace un tiempo que escribí esto, cuando vivía en otro lugar, en otra casa, con otras personas. Al final más cosas de las que creía son dignas de recordar.

Hoy de nuevo me escondo, me escabullo entre los millares de personas que me rodean.

Me busco una cobija negra e gris y escondo mis piernas que acabé de depilar.

Hoy quería unos brazos, pero ellos no están, hoy quería unas piernas pero ellas no están, hoy quería no sentir frío, pero él es el único que permanece.

Hoy nuevamente te confieso una falta de calor.

Los perros laten afuera, miles de carros pasan por la calle, el tren parece estar más lento hoy.

Personas caminando en la calle, otros en bicicleta.

Cierran la puerta de mi casa.

Cientos de edificios, un sin fin de edificios y yo preguntándome, adónde están los que yo quiero, adónde están, esos que me daban calor.

Aquí en mi reducto, aquí en mi invento de tranquilidad, un pájaro me reta pasando por la ventana, mostrándome su libertad.

Un avión lleva a algunos a su destino, a su vida, a su muerte, a sus sueños, o a otro día igual.

La luz de la calle se apaga, afuera ahora está todo oscuro. Pasa una moto.

Y yo, yo sólo veo todo y te confieso que me dan ganas de dormir.

Tengo hambre pero no tengo ganas de cocinar.

Hoy es uno de esos días, donde todo es perfecto y todo es imperfecto.

Soy sólo una espía en un mundo que no ve mi ventana, aunque yo grite que pueden entrar.

Hoy nuevamente el día pasará y mañana sólo recordaré que fui a nadar, que me gustó, que cerré los ojos y me dejé ir para frente en el agua, mi libertad.

Sólo eso es digno de recordar.

Confidencias de una fuera de la patria

Un día uno se sienta y se le ocurre escuchar al maldito Silvio. Sólo para sentir una vez más que el corazón se le estruja de recuerdos, lágrimas y amores que se añejaron en Colombia, que se añejaron en aquel pequeño país, que se añejaron en algún lugar del mundo.

Y ese día uno llora, llora porque quiere patrias libres, llora porque amó y el amor se fue, llora porque lo traicionaron, llora porque no encuentra aquella compañía a la cual decirle que el corazón duele por lo que no está bien, que duele…

Ese día también cuesta respirar el aire contaminado de esta ciudad, es como si la sangre de uno se le viniera toda para el corazón y llevase todo el oxígeno del cuerpo también, dejándolo sin opción más que la de llorar.

Llorar y sentir de nuevo aquellos brazos que también tocaban las canciones de Silvio, que también cantaban sus canciones y que también escribieron versos…Ya lo dije y lo repito, los hombres que escriben poemas son peligrosos. Ellos te calan, realmente te calan profundo y después uno se va, o ellos se van, pero nunca nadie se queda.

Maldito Silvio, le recuerda a uno la patria y el amor perdido. El ideal que uno ya no sabe si existe y te repite “Amada quizás si me voy lejos…”.

Y entonces lo atrapa a uno una angustia que no es sólo de uno, sino de las miles de personas que murieron luchando por una patria, de las miles de personas que todavía quieren tener una y de aquellas que saben que tienen pero no saben dónde está.

Y entonces uno quiero ser artista y poder cantar, poder escribir, poder hacer alguna cosa para expresarse, pero uno no es nada de eso y escribe en vano, escribe sólo porque tal vez uno ya no puede llorar más, porque las lágrimas ya no salen más, porque respirar ya no es normal, porque uno quiere tener una identidad.

Y se mezclan de nuevo el amor y la lucha, el dolor y el placer y ahí uno simplemente para y llora…y finalmente, tal vez, si es posible, cuenta lo que siente a ese que escucha, a ese tal vez nadie, tal vez alguien…