Dejarlo para después. Para qué. «El Libre» Parte I

«Ah, ustedes ya se conocían», «No», «Entonces por que están abrazados», «No sé, porque estamos a gusto».

Amo a El Libre, sí, hoy, en este momento, en este día. Hasta ahora sólo me atreví a contar historias de personas con las que estube hace un tiempo o mucho tiempo, pero creo que llegó el momento de confrontar mi miedo a gritarlo a los cuatro vientos. Amo a El Libre. Y la historia comenzó así:

Fiesta de despedida de mi amiga La Española (Con mi amiga La Española siempre hablé portugués, porque cuando ella intentaba hablarme en español, yo la desconocía, era otra, a mí ella me gusta en portugués, jjjjj). No me la podía perder, ella es una chica maravillosa, así que me fui para la fiesta.

La puerta del apartamento se abre, ella se queda en la cocina y yo entro a la sala para ver si había alguien conocido. Escucho una música que me parece bastante pola, vuelvo a ver la compu de donde sale la música y veo a un chico, me le acerco y no sé cómo comenzamos a cantar la canción juntos, abrazados. En el momento ni pensé en lo que estaba pasando, todo parecía tan normal, tan confortable. Entra La Española: «Ah, ustedes ya se conocían», «No», «Entonces por que están abrazados», «No sé, porque estamos a gusto».

El resto de la fiesta no hablé mucho con él, me ofreció algunos tequilas, pero nada más. Cuando ya me iba, estaba él sentado en la cocina, fui y me despedí de todos los que estaban ahí. A mí él me gustó, me gustó mucho, saben, parecía como aquellas cosas tontas de las que pensamos que nunca pasan, un flechazo a primera vista, sé que es polo decirlo, pero me sentí así. Yo despidiéndome y por dentro, «Puta, que me pida el teléfono, que me diga que nos veamos después, que haga algo», porque yo por esos días no estaba mucho para ligar, entonces, o él me pedía el teléfono o quién sabe si alguna vez lo vería de vuelta.

Finalmente, las palabras mágicas, «Podríamos vernos otro día, no, y hablar un poco, me das tu teléfono», «Claro».

Dos días después. Lo veo caminando a lo lejos, llegando al cine. «Qué lindo», pienso, «No me había fijado que tenía las piernas corvetas, y siempre me gustaron los hombre así». Entramos al cine que era casi solo para nosotros, había sólo unas dos o tres personas más. La película era un documental sobre un chico nica-costarricense que desertó del ejército de los Estados Unidos, hecha por Daniel Ross. No era, vamos a decir, una película clásica para ligar, era un documental bastante crítico y emotivo. De todas formas y aunque pueda sonar banal pasó como en el anuncio aquel donde el chico se estira y cuando la chica se da cuenta él ya la está abrazando. Pues así fue, un abrazo y después de un rato, un beso y de nuevo esa mi sensación de que abrazados era el lugar en el que quería estar con él. Al final, un beso y un hasta luego. Él se fue a jugar fútbol y yo, no me acuerdo.

Unos días después me invitó a su casa, estuvimos un rato juntos y fuimos a almorzar. Sólo eso. Ahí, viajé para Salvador por 15 días (yo tenía un novio en Salvador en aquella época). Estando en la otra ciudad le escribí un correo dejándole mi número. No tuvimos más contacto hasta que volví a São Paulo. Y bueno, mi novio de Salvador había terminado conmigo, entonces ahora no había nada que me impidiese estar con él, con El Libre.

Volví y lo llamé, nos vimos en su casa nuevamente, alquilamos unas películas, recuerdo que vimos una película sobre unos trapecistas, y a mí me encanta el circo. Arrescostados en un colchón en el piso, abrazados, él atrás de mí, nuevamente tuve esa sensación de haber estado con él desde hace mucho tiempo, de que él era alguien a quien ya había abrazado con amor antes. En esos días le conté que yo tenía novio pero que él había terminado conmigo en Salvador, él ya lo sabía, había preguntado algunas cosas para un amigo de La Española.  Yo sólo me reí, quién lo metía a averiguar cosas de mi vida si él no tenía ningún interés en tener una relación. Sí, porque si una cosas El Libre intentaba dejar claro siempre, era que no quería una relación. Pero El Libre siempre fue contradictorio.

Estuvimos juntos unas dos o tres veces antes de que él viajara para su país en Europa. Nunca pedí nada, él nunca ofreció nada. Dos meses y un sólo mensaje. «Me hice todos mis exámenes de salud, estoy bien, creo que era importante que usted supiera eso».

En esos dos meses no sé si él pensó alguna vez en mí, o si se preguntó si me vería de nuevo, no lo sé. Lo que sí puedo decir es que yo sí. Yo no lo conocía, pero lo conocía, o al menos sus abrazos me eran tan familiares, tan de hace mucho tiempo, que me confundía al intentar entender que entre El Libre y yo, sólo existió un encontro fortuito.

Pero yo sabía que eso no iba a quedar ahí…algo me decía que no, y fue así…