Qué lindos ojos tiene usted. Parte II

El Mulato de los ojos verdes, antes no le puse nombre, pero me referiré a él como El Mulato. El Mulato y yo pasamos unos días aprovechando muy bien el tiempo. Pero como la vida del estudiante está dividida en semestres, pues nuestra primera mitad del año se acabó, lo que significó que El Mulato se fuera a su casa que quedaba en otra ciudad en el interior de mi pequeño país.

Yo no tenía su teléfono, en aquella época no usaba mucho el correo electrónico y de fijo él no tendría internet en su casa en todo caso. Cómo haría para verlo…cómo.

Pejibaye, claro, así se llamaba el pueblo de donde él era.

«Disculpe, dónde se cogen los buses para Pejibaye», «Allá, atrás de las ruinas», «Cada cuánto salen», «Hay como tres durante el día». Y entonces a correr, no fuera a ser que no agarrara el primer bus. «Va para Pejibaye», «Sí mamita, entre», y entré. Era un bus bastante destartalado, qué les puedo decir, no todo en la vida es comodidad. «Y usted para donde va», «Diay para pejibaye», «Sí pero a qué parte», «Por qué, es muy grande», «No mucho, pero está el centro y los alrededores», «Yo voy buscar a un muchacho», «Cómo se llama», «El Mulato», «Sabe su apellido», «Vieras que no», «Sabe dónde vive», «Vieras que no»…yo de loca me había ido por puro impulso, sin saber su apellido, sin saber dónde vivía exactamente, sin saber si iba a tener bus para volver a mi casa. Pero a pesar de todo iba esperanzada, yo lo iba a encontrar, cuando quiero algo lo consigo y ni siquiera lo pongo en duda, ni me pregunto cómo lo haré, sé que lo voy a conseguir y punto.

Última parada. «Bueno, esto es Pejibaye» me dice mi compañero de asiento en el bus. Ahí me bajé. Igual el bus no seguía más. «Quiere que le ayude a buscar al muchacho, me parece tan bonito eso que usted está haciendo, me voy a sentir feliz de haber ayudado a una chica enamorada». «Bueno». Así que mi compañero de viaje fue a su casa, agarró su moto, nos montamos en la moto y fuimos preguntando.

«Hola, usted conoce a un muchacho que se llama El Mulato, él tiene un hermano pelirrojo, porque su papá es pelirrojo y su mamá es negra, él también tiene una hermanita, pero ella es mulata como él». Hubo varios nos, pero al final vimos a dos chicos jóvenes andando en bicicleta. «Sí, yo creo que es el hermano del pelirrojo», «Será», «Sí, aquel que fue a estudiar a la universidad». Y yo, «sí, sí, ese que fue a estudiar, dónde vive…».»Un poquillo lejos, caminando va a tardar bastante y no hay bus ahora, sólo más tarde».

Yo sentada atrás en la moto, me quedo en silencio y mi compañero de viaje me dice. «Chita, si quiere la llevo». Recorriendo unas calles de piedra en moto con un amigo desconocido pero romántico, a lo largo del camino un río nos acompañaba, mucha selva, y el único ruido era el del motor.

Llegamos y la misma historia: «Hola, usted conoce a un muchacho que se llama El Mulato, él tiene un hermano pelirrojo, bla, bla, bla», «Ah sí, es el hijo del cabeza’e fuego, es después del puente». La moto, mi compañero de viaje y yo nos fuimos después del puente. «Upe, upe» (así se llama cuando uno llega a una casa en mi país). Sale un señor pelirrojo, se asoma una niña mulata. «Este es el lugar» me digo a mí misma. «El Mulato está», «Mulato», grita la niña. Él aparece, perplejo. Y yo «Hola, sólo vine a darme una vuelta para saludarlo» y mi compañero de viaje, satisfecho porque ayudó a una chica enamorada me pregunta. «Quiere que la espere, o que venga más tarde a recogerla», «Muchas gracias, usted ya fue muy amable, muchas gracias». La moto se alejó en medio de la polvareda.

Nos fuimos al río a tomar un baño y no sólo tomamos un baño, eso de ser más naturales en medio de la naturaleza es algo que siempre me gustó, y qué más lindo que tener sexo en medio de la naturaleza. Dos cuerpos, uno negro, otro moreno, el sonido de un río, el sonido de dos respiraciones…es hora de volver.

Despedida, el último bus salía a las 18h de su pueblito, lo tomé satisfecha, había cumplido mi hazaña.

Un nuevo semestre comenzó. El Mulato volvió a la Universidad y yo también. Lo vi una, dos veces, no me saludó. Hasta que un día me lo encontré en el comedor estudiantil, llené un vaso de agua y caminé lentamente hasta su mesa. «Hola, tanto tiempo» y le vacié el vaso de água en la cara. Silencio. Risas de sus amigos.

Qué bueno que se es joven sólo una vez, no da para ser tan inocente toda la vida. Porque o me volvía menos inocente, o tendría que andar cargando vasos con agua.

P.D: En el pueblo de El Mulato, cuando él nació, todo mundo se reunió para ver si el niño había nacido mitad pelirrojo, mitad negro. Él nació Mulato, qué decepción deben haber sufrido los vecinos.